Guerra y paz +Ares+

por **Artemisa** Miér Ene 07, 2015 3:20 am

Aquella tierra, dolida por el conflicto, era tan solo una isla, llena de montañas dónde regía la diosa Artemisa y por lo tanto se hacían varios sacrificios en su honor. Más ahora que se avecinaba una nueva guerra, y esta parecía ser de mayor escala. Aquellos nativos del lugar, que llevaban generaciones en Creta, rezaban con más fervor a la diosa para que les protega de los invasores.

No era tarea sencillas. Sin importar cuanto rezaran, la joven diosa temía por su gente. Desde el Olimpo había observado y guíado el conflicto, había dado valor a sus soldados e incluso a las mujeres para crear trampas y llevar a los enemigos fuera de la isla o, en su defecto, al imposible laberinto oculto entre las montañas. Pero ahora todo era distinto.

Las nuevas tropas venían llenas de energía, confiados pero con una terrible sed de sangre. Esto solo podía ser obra del dios al que veneraban. Desconocía que habían sacrificado estos hombres para obtener tantos favores y protección de Ares o que podría ganar aquel temible dios si conquistaban Creta, pero no podía permitirlo. Esta isla estaba bajo su protección y la defendería cueste lo que cueste. Además, esta quizá sea una buena oportunidad para acercarse.

Las tropas llegaron a una de las costas seguras de la isla, no parecían tener contratiempos al arribar así que armaron campanento. Durante la noche, mientras el general repasaba los planes y trataba de predecir todos los escenarios posible, la diosa se escabulló por el campamento, caminando con tranquilidad entre los mortales sin ser vista ni escuchada hasta llegar al pequeño altar donde tenían la figurilla de Ares y otros dioses menores.

-Ares, dios de la guerra.- Comenzó a susurrar la diosa a la figurilla, pues sabía que Ares la escucharía. -Requiero verte. Pero no aquí ni con mi gente. Sino en tierra neutral. Hay un lugar en las montañas, uno de mis ciervos habrá de guiarte cuando la luna esté lo más alto.- Al terminar estas palabras desapareció del campamento de sus enemigos y se fue a meditar, esperar, en aquel lugar indicado.

Temía verlo, el no poder decir las palabras correctas y más que nada, temía enfrentarse a él en batalla pues incluso su Padre le había advertido sobre Ares. Pero debía ser valiente, pues si no lograba alejarlo de Hades tendría que enfrentarlo tarde o temprano. Por algún lado se empieza.

por **Ares** Miér Ene 07, 2015 11:38 pm

La guerra, lo único verdadero que daba un poco de sentido a la vida inmortal del dios. Un sacrificio tras otro era echo en su honor, principalmente de espartanos y también de troyanos, puesto que Ares gobernaba los territorios de Esparta y Troya indirectamente, pues al ser venerado por esos guerreros. Aquellas tierras le pertenecían, sólo porque así lo decidió.

Podían existir mil formas para que Ares escuchara las suplicas de ayuda de los mortales, principalmente por los rituales que le ofrecían. Sin embargo, toda persona lista poesía una estatua del dios. Una comunicación directa con el dios de la guerra. Quién en aquellos momentos paseaba por última vez en su templo, era como cualquier otro. Pero con la diferencia de que en la estrada estaban dos figuras de mármol de dos guerreros con armadura.

De pronto el dios se detuvo, aquella voz no podía pertenecer a alguien que no fuese Artemisa. Debía de admitir que escucharla le había tomado por sorpresa, Una sonrisa se dibujo en su rostro luego de la invitación por parte de la diosa de la caza. Sí, iba a asistir a tal encuentro. Le daba cierta curiosidad saber el motivo de su llamado.

Espero con impaciencia a que la luna se elevase en lo más alto del cielo nocturno, cuando el momento llegó, como había dicho Artemisa, un cuervo se hallaba en la entrada. Sin pensarlo dos veces, lo siguió a una montaña en Creta, un lugar que aun no era invadido por nadie. Al llegar, observó los alrededores con detalle, pues no era nadie que confiara en otro dioses que no considerara sus aliados. Artemisa la llamó en un tono alto Dime, porque has querido verme? no quería darle muchas vueltas al asunto, él no hacia eso.

por **Artemisa** Jue Ene 08, 2015 4:07 am

Sus pasos no resonaron, solo el viento anunciaba la llegada de la joven diosa al lugar de encuentro. Se encontraba parada a tan solo unos pasos de él, distancia prudente en caso de que las cosas no fueran como ella esperaba. Era más pequeña que aquel Dios pero no era uno de los motivos por los cuales le parecía alguien intimidante. El cuervo voló hacia ella, acariciando su cabeza contra le mejilla de la mujer antes de retirarse, volviéndose un ciervo de dorados cuernos que desaparecía en la distancia.

Casi no convivía con él, eran pocas las veces en las que habían cruzado palabra y jamás lo había visto como familia. Su única familia era su madre y su hermano, no había nadie más a quién considerara cercano y dudaba que Ares alguna vez quiera trato familiar con sus medios hermanos, el rencor que le tenía a Zeus era evidente en cada acción.

-Gracias por venir, Ares.- Dijo con suavidad, pero no pudo formar siquiera una sonrisa. Estaba tensa, parada en su lugar y simplemente clavó sus verdes ojos en el dios, su medio hermano, y reunió el valor para hablar con firmeza y sin dudar. -Por el bien de nuestras gentes, evitemos más conflictos.- Claro que era una cosa de otro mundo el proponar la paz a un dios de la guerra, ella lo entendía así que midió sus palabras.

-Hagamos un trato. Nuestras gentes son fuertes y valerosas, podrían, en conjunto ser un gran ejército.- Hizo una pausa breve, sus manos sosteniendo su arco con fuerza pero poco a poco relajándose. Estas eran sus tierras, no tenía nada que temer. El viento parecía reconfortarla mientras soplaba y mecía su capa al tiempo en que la luna la iluminaba. Artemisa tenía buena relación con Selene, por ello era también una diosa de la luna y su luz le infundía de fuerza, valor y paz.

Entonces la chica sonrió, una sonrisa amable pero llena con confianza. -Podemos compartir Creta, ser ambos adorados y respetados. Tú con tus templos y yo con mis montañas.-

por **Ares** Vie Ene 09, 2015 2:26 am

El dios permaneció en su posición, con los brazos cruzados a la altura de su pecho. Observando con detalle a la deidad que estaba frente a él, estudiando cada uno de sus movimientos ejercidos con anterioridad, estaría atento a todo, no confiaba en ningún aliado de Zeus. Tenía claro que Artemisa habia decidido, junto con Apolo, unirse a dios de dioses. ¿Paz?, desconocía el significado de aquella palabra, no entendía como la diosa de la caza quería hacer un trato con el mismo dios de la guerra.

Comenzó a caminar un poco, alrededor de ella, sin mirar a ningún punto fijo. Se detuvo a espaldas de ella, sin pretender nada, no le causaria daño alguno. Mis guerreros y los tuyos son muy diferentes. Aquellos que te sirven son hombres de buen corazón, en cambio, los míos no conocen la misericordia. Solo buscan conquistar nuevas tierras, a costa de vidas inocentes todos esos mortales que le rendian culto, no eran más que salvajes en busca de poder.

Camino de nuevo hasta estar frente a ella, posando su mirada en el arco que Artemisa traía consigo. Fruncio el ceño ligeramente, al ver aquella sonrisa que no hacia más que confundir un poco a Ares, era evidente que la diosa se mantenía a la defensiva y ahora, en cambio, parecía más segura de lo que decía para intentar convencerlo.

¿Qué sucedería sino aceptará, sí quisiera Creta sólo para mi? pregunto de repente, un poco ansioso por saber que respuesta iba a darle. De que manera, está vez, intentaria convencerlo, de hacer que cambiase de bando

por **Artemisa** Vie Ene 09, 2015 7:07 pm

Ni siquiera se sobresaltó al ver que Ares la rodeaba. Una vez que la confianza y el valor se habían asentado en su corazón, ya no había marcha atrás. Sentía miedo, si, solo los tontos no lo sienten, pero los valientes saben usarlo como impulso para seguir adelante. Él no le haría daño y lo sabía. Le escuchó hablar a sus espaldas, y no pudo hacer más que seguir sonriendo pues sus palabras le causaban cierta gracia junto con la confusión de Ares al retornar y verle serena, casi bajando la guardia.

-Te equivocas, Ares.- Dijo ella con calma, volviendo a enfocarse en la mirada del dios bélico. -Los humanos, al final del día, son todos iguales. Sus corazones laten de la misma marida aquí en Creta como allá en Esparta. Tus hombres, sanguinarios como son, temen por las familias que han dejado y los míos, nobles como les llamas, no dudarán en matar para defender a su gente.- La chica se veía tan inocente portando esa ligera sonrisa en los labios, con sus grandes ojos y los cabellos cayendo por sus hombros ahora que el viento se había asentado. Entonces tomó un paso hacia adelante, acortando un poco la distancia entre ellos pero aún precavida. -¿Por qué crees que, a pesar de tus templos, en Troya hay quienes me alaban y me han dedicado una estatua? Saben que no temo a favorecerles así se enojen otros dioses.- Se refería más específicamente a Hera, con quien había luchado cuerpo a cuerpo para defender a los troyanos.

Entonces volvió a alejarse un paso, esta vez colgando el arco sobre su hombro como si fuera a marcharse o a tomar descanso. Incluso desde su lugar podía escuchar el suave canto de las hijas de Oceano que le son fieles, aquellas damas que le servían.

-Lo que te ofrezco es una alianza, por lo menos en lo que a Creta respecta. Mis soldados y barcos te seguirán y lucharán junto a los tuyos, se compartirán recursos. Mi única condición es que me dejes seguir gobernando las montañas, pues tal es mi derecho.- Tomó una pausa, disfrutó de la noche y cruzó los brazos debajo de su pechos, aún sin adoptar posición intimidante ni desafiante, simplemente de calma. -Si tu tienes condiciones propias o quieres que te ofrezca más, pídelo. Pues para eso son los tratos.-

Ni siquiera había tocado el tema de los bandos. Por un momento sintió que eso no importaba o que no era su mayor prioridad. La verdad es que prefería no pensar en ello, pues si estaba con Zeus era solo porque ofrecía protección a su madre Leto, eso era todo.

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