Volvemos a vernos [Afrodita]

Sumergió su cuerpo en el lago, importanle poco que alguien lo viera desnudo sin su toga. Como dios tenía el pensamiento de que, en el mundo de aquellos humanos, podría hacer cualquier cosa y ser venerado, sobre todo en su tierra natal. Ante los ojos de simples mortales, se trataba de una deidad que brindaba su ayuda para que, quien hiciera un sacrificio en su honor, saliera victorioso. Mientras su cuerpo descansaba debajo de las aguas de aquel lago, cerró los ojos para intentar relajarse, algo que no era posible en un dios tan impulsivo como lo era el mismo Ares, considerando que era necesario hacer que sus hijos, Fobos y Deimos, se uniesen a él y a Hades. Era evidente que ellos dos, que siempre lo acompañaban en sus batallas, debían de ser participes en esta disputa.

Una sonrisa ladina se formó en su rostro, sembraría caos y destrucción entre los aliados de Zeus, si, eso haría. Comenzando por el mismo Hephesto, pues de no ser esposo de Afrodita, tanto la diosa del amor como el dios de la guerra hubiesen podido seguir con sus encuentros carnales. Un gruñido emano desde la garganta del dios, tuvo que alejarse de la dios cuya belleza entre dioses y mortales era incomparable. Maldito  seas, Hephesto. Te haré pagar por todo y a ti también Helio.tampoco olvidaba que, quien le había avisado al herrero de la infidelidad por parte de su esposa, no era otro más que el dios del sol. Todos sufrirían la ira de Ares, no tendría clemencia con ninguno ni con su padre, puesto que el mismo dios de dioses no quería al propio Ares, hijo suyo y de Hera. Un hijo no deseado se dijo asimismo, por supuesto que eso era, un dios que no debía de haber nacido. Eso era lo que pensaban el resto de dioses, o por lo menos en su mayoría así era.Intento mantenerse calmado y no estallar, necesitaba relajarse antes de que las batallas comenzarán entre los tres reinos, sin duda alguna necesitaba de una distracción

Permanecer en el Olimpo ya no era una de las mejores opciones o, al menos, si lo que pretendías era encontrar un poco de armonía. Dioses enfrentados, queriendo defender sus elecciones sin molestarse en aceptar las del resto. Pero hoy, Afrodita, quería mantenerse lejos de ellos o, bien, buscar algo con que entretenerse. Por el hecho de ser consciente de poseer tal hermosura no creía justo prohibir al resto de admirarla, incluso a los mortales. Sin titubear mas, salió en busca de algún lago digno de ella en donde pudiera darse uno de sus baños habituales y que tanto disfrutaba.

Pudo divisar, no tan lejos del lago, un pequeño grupo de ninfas un tanto alborotadas. En un principio, pensó que eran seguidas por los sátiros, ya que aquello era tan normal de presenciar. Pero no, no era eso lo que ocurría sino que estaban espiando a quien se encontraba dentro del agua. Con tan solo hacer un poco de ruido en su andar fue motivo suficiente para que ellas notaran su presencia y se marcharan sin siquiera chistar o mencionar algo. Si, realmente las ninfas sabían cuando el peligro las asechaba.

Tranquilamente se sentó en la roca más próxima al lago sin limitarse a observar a quien nadaba en el agua. El mismo quien permanecía en su mente siempre y a quien aun amaba por sobre todo, pero que por algunos motivos mantenerse distanciados había sido una de las mejores opciones. Claramente no quería volver a quedar expuesta ante todos y que se burlen de ella. Sumergio apenas los pies sin perder de vista a Ares. En otra oportunidad, hubiera saltado dichosa a su encuentro, pero por el momento prefería esperar en la orilla, ya que después de todo él era quien la ignoraba.

Escucho los pequeño alborotos que se escuchaban no muy a lo lejos, ignorándolos para seguir sumergido en el agua. ¿Quién podría ser?, seguramente se trataba de algunas ninfas, no habría nadie más que causará un alboroto como ese, espiando al mismo dios de la guerra. Ares suspiro resignado, con los ojos apretados, alguien como él no podía relajarse. Necesitaba causar caos y destrucción, tal una nueva guerra entre troyanos y griegos, si, no era una mala idea ayudar a los habitantes de Troya como lo hizo en el pasado. Sin embargo ahora no podía hacer nada de eso, pues al aproximarse una guerra entre los 3 dioses principales, debía de estar atento en todo momento.

Abrió su ojo derecho por unos momentos, observando con cierta sorpresa a quien se hallaba sentada en una roca cercana al lago, Afrodita. Por su mente cruzó la idea de que, al igual que él, no quería estar en el Olimpo. ¿Quién quisiera estar en el Olimpo cuando no se es aliado de Zeus?, absolutamente nadie. Sino fuese por la humllación que pasó a manos de Hephesto, se hubiese acerco de inmediato hasta Afrodita, atraiéndola consigo hacía el agua del lago. Con el único fin de dejar a flote sus más bajos instintos y de demostrar por que era su amante preferido, pero no podía, no porque no quisiera, todo lo contrario, primero necesitaba deshacerse del dios herrero para no tener que preocuparse más por ser descubiertos.

Se incorporó de tal manera que aquella posición le permitiera nadar hasta donde la diosa del amor se encontraba. Después de todo no tenía nada de malo conversar con ella, aunque lo estuvo ignorando, intentando evadiendola, claramente no era su intención, no podía olvidar todos esos encuentros que habían tenido, era imposible hacerlo. Cuando estuvo frente a ella, se acomodo haciendo que su torso quedase al descubierto, por donde varias gotas se deslizaban. Afrodita dijo su nombre con un tono ronco, para que está le pusiera atención, pero seguramente eso no sería necesario¿Qué te trae hasta Constantinopla? indagó, con sus brazos cruzados, sin querer mostrar que se sentía incomodo con su compañía, disfrutaba esta con ella, a solas como cuando eran verdaderos amantes-